QUÉ ES LA REALIDAD,
VISIÓN DEL VEDANTA DEL HINDUISMO
Y DEL
DZOGCHÉN DEL BUDISMO DEL TÍBET
Texto ofrecido como ponencia en homenaje al Prof. Dr. José León Herrera, en la Universidad Católica del Perú el 4 de Diciembre de 2020 en el acto "La Sílaba que nos Une", por el Prof. Juan José Bustamante.
¿Qué
es la Realidad? Queremos conocer la Realidad que ES, más allá de la
mera existencia condicionada, aparente y cambiante.
¿Cuál
es el Ser absoluto y cuál es la Verdad última para el ser humano? Necesitamos
métodos de auto conocimiento y de realización de todas nuestras
potencialidades, para descubrir nuestra verdadera identidad.
Para
determinar la verdadera naturaleza de los fenómenos no debemos confiar
enteramente en la percepción sensorial, inconsistente y sesgada, que imputa
solidez y permanencia a fenómenos transitorios y aparentes. A la percepción
sensorial la intervienen y modifican memorias y expectativas, en suma sesgos
proyectados sobre los fenómenos.
Necesitamos
sistemas de análisis poderosos no limitados por la interpretación, sino basados
en la experiencia profunda del preguntador. Necesitamos desembarazarnos de los
velos de la ignorancia e integrar este conocimiento penetrante a nuestra
persona y a nuestra psique, para realizarnos como individuos completos, no fragmentados.
Dos
métodos precisos de indagación e investigación de la Realidad nos interesan,
el Jñana Yoga o Yoga del Conocimiento, en el caso del Vedanta
hinduista, y el Ati Yoga o Dzogchén o Gran
Perfección inherente a la mente completa, en el caso del Budismo del Tíbet.
Cuál es
la visión de la Realidad del Vedanta Hinduista
Vedanta, de Veda, de la raíz
sánscrita Vid que significa visión, ‘conocimiento,
sabiduría’, por parte de aquellos videntes que “han visto la
Realidad”, es la ‘culminación’ de la sabiduría, en su sentido más
absoluto, sobre la verdadera naturaleza de los fenómenos y del más importante
de entre ellos, el ser humano.
Esta
visión es Advaita, en sánscrito ‘No-dos’, no dual. El Ser –
Brahman – es la única Realidad. El Ser es el Conocimiento – la
consciencia. Y el Ser Individual – Atman – no es diferente del
Ser Absoluto. El maestro enseña: “Ese Ser, esa Esencia, eso eres tú”. Y el
discipulo responde, a partir de su realización trascendente, “Yo soy Eso,
el Ser Absoluto”.
Ramana
Maharshi, un vedantino contemporáneo, se pregunta “Quién soy yo”, en una
autoindagación por el verdadero Ser del yo humano (vichara) para superar las falsas
identificaciones de la mente: ¿Cuál
es el Ser de mi yo?, ¿cuál es su verdadera Realidad? Es un interpelar que
anula el objeto y el sujeto mental y que impulsa un salto a lo real. La
pregunta, al ser reiterada, aniquila la mente y destruye hasta su última semilla
inconsciente, pues no hay respuesta a un inquirir por el Ser
absoluto a partir de la mente relativa.
La
indagación del conocedor también revela que ni el cuerpo físico, ni los
sentidos ni las percepciones, ni las acciones son el Ser. Tampoco lo son las
fuerzas vitales, ni la mente que piensa, menos aún la ignorancia o el
conocimiento dualista, basado en inclinaciones, impulsos, deseos, propensiones
latentes.
Habiendo
hecho negación de todo lo que parece ser el ser humano (“neti”, “neti ”
na-iti, “no-esto”, “no-aquello”)
sólo el puro conocimiento permanece, un “yo soy” que es el verdadero
Ser.
La
naturaleza de este conocimiento “yo soy” es SAT – CHIT – ANANDA:
Ser – Consciencia – Plenitud.
Así, en
el Vedanta, el Ser real trasciende lo fenoménico, el yo instrumental del ser
humano y, por ello toda sobreimposición de realidad a cualquier sujeto, objeto
o situación es ilusoria, una visión relativa, engañosamente real. Esta ilusión
es Maya, Lila, un juego de los sentidos que imputa realidad
a las experiencias, cuando sólo son relatividades y apariencias: es por Maya
que el mundo y los entes nos aparecen como reales. Maya afecta
nuestra consciencia, vistiendo de quimeras, de multiplicidad y de
impermanencia, lo que en verdad es Real, Uno y Permanente.
Es
también por acción de Maya, que el jivatman, el ser vivo, la persona,
aunque posea la luz de la consciencia del Ser, sattva, que en él
predomina, se refleje como singularidad cambiante (rajas) y opaca (tamas),
creándose así la ilusión de lo individual y la falsa identificación con el
complejo cuerpo-mente. El ser viviente dice de sí: “soy esto y soy aquello” y
almacena las impresiones y tendencias de sus acciones que se expresan en el
presente y determinan su futuro, el karman.
Y como el
jivatman, el mundo todo, el samsara, es un reflejo cambiante
del Ser inmóvil, o más bien un espejismo del Ser. El yo,
el tú, el Universo son Brahman. Sólo
Brahman es real.
Siendo el Ser nuestra verdadera identidad, el objetivo de
este camino espiritual y filosófico es la liberación del sufrimiento implicado
en ser sólo un “yo” personal y limitado, disolver el espejismo del ego y de la
mente ordinaria, retirar el velo de la ignorancia, descubrir la Realidad
absoluta del sí mismo y del Universo.
Por lo tanto, la liberación significa un cambio en el
estado de consciencia
alcanzado a través de la práctica introspectiva de la indagación, que permite
obtener el conocimiento realizado, jñana, y descubrir nuestra
verdadera identidad como consciencia perfecta.
Es
entonces que el jivatman, el ser vivo, se transforma en el jivanmutki,
el liberado en vida: la mente mirando la mente se ha disuelto a sí misma y a
toda apariencia personal.
La
experiencia humana como espacio de dolor ha sido trascendida y solo Brahman
Es.
Cuál es
la Visión de la Realidad del Dzogchén del Budismo del Tíbet
El
Dzogchén es también un camino radical para Conocer la Realidad del mundo y los
seres en su naturaleza más absoluta, no dual. No niega sin embargo la
perspectiva relativa, que es una percepción fragmentaria de una Realidad más
completa, no evidente y que se ignora. Y vivir en la ignorancia causa
incomodidad, dolor, sufrimiento.
El
Dzogchén y el Vedanta son visiones que llegan a la misma Realidad, pero usando
diferentes vocabularios. Para el Vedanta todo es Ser, para el Dzogchén, como en
todas las enseñanzas budistas y en aparente contradicción con el
Vedanta, nada de lo existente posee un Ser inherente, todo existe en
constante cambio e interdependencia, pues antes de llegar a ser se disuelve en
una ausencia o vacío de realidad intrínseca. Sin embargo, cuando se describe
esta Vacuidad del Dzogchén advertimos que posee la misma naturaleza que el Ser
del Vedanta, la del Brahman Nirguna o Brahman sin gunas o
cualidades. Es decir, vacío de cualidades…
El
Dzogchén o Ati Yoga (Ati, de Adhi, primordial) es el Conocimiento
de la Verdadera Naturaleza de la Mente, la Realidad, la Base impersonal de la
mente instrumental y personal del yo. Este Yoga reconoce y constata la Auto
Liberación de los contenidos de la mente que surgen desde su Base, ya
siempre completa y perfecta, y retornan a ella. Para el Dzogchén, lo que
verdaderamente surge en la mente ordinaria es la luminosidad natural de la
Consciencia, Ödsel, su inteligencia innata, aun cuando esta sea luego
utilizada para fines contingentes no inteligentes.
La
completa perfección de la mente la realizamos mediante Rigpa, (S.
Vidya), la contemplación de este continuo surgir y cesar – del crucial auto
liberarse. La Verdadera Naturaleza de la Mente o Realidad es entonces
experimentada como ese espacio mental, vacío, libre y puro, que es la “la Base”
o Ghzi, un espejo en el que aparecen los reflejos de su energía, thukllé,
“la clara luz de la mente”, la cual, aunque no posee una forma específica, se
manifiesta continuamente en la mente instrumental bajo el aspecto de la
multiplicidad de las formas mentales, emocionales y corporales, namtog (S.
vikalpa). La mente posee, sin embargo, una cualidad natural, su
capacidad de darse cuenta, su cognocitividad, su consciencia de lo que surge
delante del espejo, su percatación de las manifestaciones de la Base hechas de
espacio y luz mentales y configuradas por la fuerza de las propensiones, que
resultan de las propias acciones, el karman.
El nombre
de esta visión es Dzogchén, en tibetano, de dos partículas: Dzogpa,
completo y Chenpo, grande. Pero Dzogchén no designa solamente un
camino particular de realización de las potencialidades humanas, Dzogchén
es nuestra verdadera naturaleza, nuestra Realidad última, Pura e Inteligente.
La verdadera naturaleza de la mente es la Plenitud, la compleción, la no
carencia.
Respecto
a la ilusoria carencia, hace 2500 años, el Buda nos ofreció su primera y
principal enseñanza: las cuatro Nobles Verdades, que en nuestra opinión
prefiguran y contienen la esencia del Dzogchén, el camino de la Auto
Liberación enseñado más tarde por el primer maestro del Dzogchén, Garab
Dorje. La Segunda Noble Verdad nos revela que la causa del sufrimiento es
el surgimiento, Samudaya, de una sensación de carencia a partir
de la cual se origina el deseo, la sed o avidez, tanha. Sin ella no
habría insatisfacción, no habría ansias, y entonces no se presentaría la
frustración, el sufrimiento, dukha, la “incomodidad”, la Primera Noble
Verdad.
Sin
embargo el Buda también nos dijo que la sensación de carencia, lejos de ser
algo sólido y subsistente por sí mismo, es solo un contenido de la mente, un
surgimiento impermanente, dependiente de causas y condiciones, que puede extinguirse
y por ello expuso la Tercera Noble Verdad, la Verdad de la Cesación, nirvana,
que alcanzada mediante un camino de realización, el Óctuple Sendero, la cuarta
Noble Verdad. El primero de los Senderos
es la Visión correcta, y que es coincidente con la del Dzogchén.
Todos los
surgimientos cesan, naturalmente, si no los sostenemos.
Para
llegar a descubrir la Mente completa del nirvana, ponemos en práctica
dos actitudes: el “Cortar a través de las tensiones”, el Tregchöd, y el
“Cruzar Saltando Directamente”, el Thögyal.
Puesto
que las tensiones son solamente aparentes, podemos, en primer lugar, cortar a
través de ellas y penetrar hasta la pureza original, kadag, mediante una
Apertura Sin Objeto, que consiste en relajarse integralmente y soltar
las ataduras.
Luego,
descubrimos la mente vasta mediante el “Cruzar Saltando Directamente” o Thögyal, en el cual se une el espacio
de la clara luz de los surgimientos o formas mentales, con el espacio de la
consciencia pura, donde esos surgimientos se disuelven y se auto liberan en la
expansión espaciosa en la Apertura Natural. Así se extinguen las apariencias y
estructuras mentales y así se cruza al espacio absoluto de la última realidad,
llamada “la Gran Transferencia a la Espontaneidad”. Es espacio disolviéndose en
espacio. Al soltar el control, se transfiere todo al espacio absoluto de
la consciencia – se le suelta y se le permite que se auto libere, por sí solo,
sin esfuerzo.
Al
liberarse todo surgimiento, se deja al descubierto la llamada Mente Vajra
– término que significa rayo o diamante, representando la naturaleza de la realidad
última, que es invulnerable,
indestructible, real, incorruptible, estable, inobstruída e invencible.
La pureza
primordial de la mente es la naturaleza última de lo existente, es expansión
que todo lo comprende, una consciencia primordial no conceptual. El Dzogchén
es nuestro estado auto perfecto, lhundrub, la Asidad, la Talidad,
la Verdadera Naturaleza de la Mente.
Todo es
puro en la consciencia pura. Las apariencias impuras en la mente no lo
son en realidad. Por eso las tomamos como el camino, no para transformarlas en
puras, sino para reconocer su pureza primordial. Al permitir la auto
liberación, encontramos que ni siquiera hay una Base o raíz de los pensamientos
– eso sería reificar. Sólo hay espaciosidad.
Así se
descubre que la llamada ‘Base o Fuente’ tiene en realidad la misma pureza que
la mente llamada ‘ordinaria’, donde toda aparición mental y emocional es pura,
porque está hecha de espacio mental primordialmente puro. Y descansamos allí,
sin observar, sin enfocar la atención en un solo punto – con la mente
descansada.
Permanecemos
en el terreno del Ser, sin caer en los extremos de la paz o de la existencia
mundana, mediante el solo ojo de la Consciencia Pura. Así nos mantenemos en un
estado contemplativo, en Consciencia de la Consciencia, el Soberano que todo lo
crea, en Rigpa. Consciencia consciente. No identidad. Consciencia que
penetra la Realidad.
En el
estado auto liberado transcurre nuestra vida en el llamado samsara, o
mundo del sufrimiento, que sólo está en la mente condicionada. Dejamos que la
consciencia sea la que conozca y perciba la realidad tal como es, donde lo que
se experimenta es naturalmente liberado, aún el aferramiento dualista y las
fabricaciones mentales se desvanecen sin ser reificadas.
El sujeto
no es el yo, es la consciencia. Este es el rostro detrás de la máscara de la
persona: la pureza original de la realidad última, sin que tengamos que
abandonar al yo convencional – puesto que es ilusorio, ¿qué vas a abandonar? El
yo más bien es el medio para conocer la sabiduría. Reconocemos que el yo es un
despliegue espontáneo del espacio mental puro y lleno de potencialidades, el
Poder Creativo de la Mente.
Ejercemos
el estado primordial poniendo en práctica la no-meditación, sólo la mente
cómoda.
El tiempo
es abolido. ¡Sólo queda el instante! Eso es todo.