En la vida ansiamos
la solución de nuestros problemas incluyendo conservar la salud, pero por lo
general nos enfocamos tan sólo en la salud corporal y los problemas exteriores.
Tendemos a ignorar el malestar emocional que puede hacernos muy infelices. No
conocemos remedios como la meditación, y le tenemos miedo a la psicoterapia. No
atendemos los aspectos de nuestra personalidad que son disfuncionales o en los
cuales se ha sufrido alguna herida emocional, como una pérdida, un fracaso, un
duelo. Simplemente vivimos en la
ignorancia o nos excusamos diciendo que no hay tiempo para atenderlos o que no
sabemos cómo hacerlo.
Esperamos a tener una caída emocional, en forma de crisis
depresiva o de estrés agudo. En general hay un natural deseo de ser mejor, pero
no siempre sabemos que antes habría que solucionar varios problemas
psicológicos que no han sido sanados. Estos problemas se mantienen en la
sombra, se ignoran.
El malestar emocional incluye desde una vaga y no reconocida angustia existencial hasta la sensación de carencia de valor
en uno mismo, la falta de auto aceptación, la represión de negatividades sin
resolver, o incluso formas de violencia que se creen naturales y hasta normales.
En general se trata de necesidades insatisfechas de afecto, que intentamos
cubrir con un barniz de espiritualidad, pero sin curar la raíz.
Aquí la opinión
de Rob Preece, psicoterapeuta y profesor de meditación, en su libro “La Sabiduría de la Imperfección”:
“El ideal saludable
es poseer un sentido sano de auto valía y amor por sí mismo, para que los
límites y condicionamientos del yo no formen parte de nuestra patología. Por
ejemplo en el camino de la meditación se afirma que las cosas no tienen una
naturaleza inherente ni independiente. Más allá de distinciones relativas de bueno y malo, perfecto e imperfecto, podríamos
descubrir una verdad más plena.
“Buscar tan sólo
la perfección en la vida puede llevar al sufrimiento sin fin y a la
insatisfacción. Aunque sea válida la búsqueda de progreso exterior,
interiormente nos esforzamos para mejorarnos a través de la lucha, hasta que
nos damos cuenta de que la ambición de perfeccionarnos interiormente es el
problema. La perfección se manifiesta más bien al soltar y abandonar esta búsqueda,
y al relajarse para permitir que se
manifieste lo que ya es, reconociendo nuestra innata naturaleza sana y
confortable, despierta e iluminada. No se trata sólo de perfeccionar nuestro
estado relativo interior, sino de reconocer nuestra verdadera naturaleza.
“Meditar tan sólo
para perfeccionarse puede no ser bueno para la salud mental, debido a la
llamada ‘Sombra’ por el psicólogo C.G. Jung. La búsqueda de la perfección puede
reforzar el ego, la ‘herida narcisista’.
“A veces debajo
de nuestras personas o máscaras aparentemente funcionales hay alguien triste e
infeliz, que raramente lo va a aceptar porque tendría que enfrentarse consigo
mismo. Suprimimos y negamos la propia necesidad o dolor interno, escondiendo e
incluso negando errores y defectos a fin de llegar a ser aceptable. Pero si rascamos
la superficie quizás encontraríamos malestar, falta de bondad y compasión.
Claro, tampoco se debería caer en la culpa.
“Todo esto no
quiere decir que no enfrentemos nuestras faltas y defectos, sino que los veamos
con más aceptación, humor, y una visión mucho menos densa, más liviana. El
ideal es poder relajarse y estar más presentes, sin pretender ser algo que no somos.
La auto aceptación de nuestros límites da una sensación mucho más cómoda de uno
mismo, permitiendo incluso sentarse a meditar. Con menos ansiedad la mente está
más relajada, y es capaz de aquietarse y abrirse a su innata espaciosidad y
claridad.”