Los demonios
no son vampiros sedientos de sangre que nos esperan en lugares oscuros; más
bien están dentro de nosotros, son las fuerzas [emocionales destructivas] que encontramos
dentro de nosotros mismos, cuyo núcleo es el aferramiento o apego al ego, [el
yo, el creer en su solidez y realidad absoluta, en vez de saber que es sólo un
instrumento para la vida].
Los demonios
son nuestras obsesiones y miedos, sentimientos de inseguridad, enfermedades
crónicas o problemas comunes como la depresión, la ansiedad y la adicción.
Alimentar nuestros demonios en lugar de luchar contra ellos puede parecer
contradictorio al enfoque convencional de atacar y tratar de eliminar lo que
nos asalta, pero resulta ser una alternativa notable y una vía eficaz para la
liberación de todas las dualidades [las dudas que podrían surgir cuando tenemos que escoger entre lo “bueno” y
lo “malo”].
Los demonios –o
maras, como se llaman en idioma
sánscrito en el budismo– no son seres exóticos como los que se observan en las
pinturas orientales u occidentales. Ellos son nuestros miedos y obsesiones
presentes, los temas no resueltos y la reactividad emocional de nuestras propias
vidas. Nuestros demonios son todos ellos provenientes del demonio raíz del
aferramiento al ego [el darle una identidad sólida al yo, que es sólo un flujo
de procesos mentales o instantes de consciencia]. Ellos se manifiestan en una
variedad infinita de formas; podrían aparecer como los conflictos que tenemos
con nuestra pareja, la ansiedad que sentimos cuando volamos en avión, o la
incomodidad que podemos sentir cuando nos miramos en el espejo. Podríamos tener
un demonio que nos hace temer al abandono, o un demonio que nos lleva a hacer
daño a los que amamos.
Los demonios
son generados en última instancia por la mente, y como tales, no tienen una existencia
independiente [las emociones dependen de muchos factores incluso inconscientes].
No obstante, nos enganchamos a ellos como si fueran reales [nos dejamos
gobernar por ellos], y creemos [absolutamente]en su existencia; sino preguntemos
a cualquier persona que ha luchado con una adicción o con los ataques de
ansiedad o de pánico.
Los demonios
aparecen en nuestras vidas, sea que los provoquemos o no, si los queremos o no.
Incluso el lenguaje común se refiere a ellos, como cuando alguien está “luchando
contra sus demonios”. A veces se escucha a alguien decir que está luchando con su
“demonio de los celos”.
Desafortunadamente,
el hábito de luchar contra nuestros demonios sólo les da fuerza. Si los
alimentamos, y no luchamos contra nuestros demonios, estaremos integrando [y
usando constructivamente] estas energías, [“sus” energías –de los demonios, o
más bien nuestras energías], en vez
de que las rechacemos y tratemos de distanciarnos de nuestros aspectos más
obscuros, [íntimos] y repudiados por nosotros mismos, y tampoco proyectarlos sobre
los demás [atribuirles voluntad de daño].
Este método ayuda
mucho con problemas emocionales y físicos crónicos tales como la ansiedad, el comer compulsivamente, los ataques de
pánico, y la enfermedad [psicosomática] en
general. También ayuda en el tratamiento de trastornos tales como el final de
una relación, el estrés de perder el empleo, la muerte de un ser querido, y los
problemas interpersonales en el trabajo y en el hogar.
Cuando nos
obsesionamos con los problemas de peso, o nos drenamos de energía a causa de una
relación, o cuando anhelamos un cigarrillo, o comer, o un trago, le damos
nuestra fuerza a los demonios, porque en realidad no le estamos prestando
atención al demonio [interno –la emoción en sí, sino a la circunstancia
externa]. Cuando entendemos cómo alimentar a la necesidad real que causa al
demonio, con generosidad y sin miedo, la energía encerrada en nuestro demonio
tenderá a disolverse y a convertirse en un aliado.
Si observamos
y practicamos la alimentación de los demonios por algún tiempo, empezamos a
tomar conciencia de cómo se forman los demonios. Aprendemos a verlos venir: “Ah,
aquí viene mi demonio del odio a mí mismo [o la vergüenza de uno mismo]”. Esto
hace que sea posible, con un poco de práctica, el liberar a los demonios a medida que surgen, usando
lo que se denomina la “Liberación Directa”, la vía más inmediata y simple, y
también la más efectiva.
La
Liberación Directa
La Liberación
Directa es engañosamente simple. Se trata de darse cuenta de la energía o
pensamientos que surgen, y luego dirigir nuestra consciencia [o atención]
directamente hacia esa energía sin darle forma [o nombre, ni relacionarlo con
ninguna historia].
Esto es el equivalente
energético [en la mente] de dirigir un barco directamente hacia el viento; el
barco se desplaza [por lo general] debido a su resistencia al viento [es
empujado por el viento], y se detiene cuando su fuente de alimentación ha sido
neutralizada [ya no hay más resistencia al viento]. Del mismo modo, si diriges la consciencia
o atención directamente a una emoción, [sin resistirse a ella] esta se detiene
y se deja de desarrollar. Uno no está analizando o pensando en ello, sino dirigiéndose
hacia ella [la energía de la emoción] con la atención o consciencia clara.
En ese momento,
si se es capaz de hacerlo correctamente, el “demonio” o emoción será liberado al
instante y desaparecerá en el acto. La técnica de liberación directa es
comparable a cuando se tiene miedo de un monstruo en la oscuridad, y entonces
se enciende la luz. Cuando se prende la luz vemos que nunca hubo un monstruo, y
que todo era sólo una proyección de nuestra propia mente.
Tomemos el
ejemplo del demonio de los celos. Me doy cuenta, “Ah, me estoy poniendo celoso,
mi ritmo cardíaco aumenta. Mi cuerpo se tensa”. Si en ese momento observo la
energía de los celos y le pongo toda mi atención o plena conciencia, los celos se
desinflarán como un globo.
Cuando se
llega a este punto, tanto uno como el demonio se han disuelto ya en la vacuidad
[de la mente espaciosa] y ya no hay sino una vasta conciencia [o atención plena
silenciosa y sin objeto –awareness].
Aquí estamos haciéndole un corto circuito el demonio [de la emoción] en tanto
surge [como energía], mediante el encontrarnos conscientemente [y
silenciosamente] con su energía, en cuanto aparece en la superficie [de la
mente operativa, o yo. Así desactivamos esa energía destructiva].
Otro ejemplo
de una situación en la que es posible practicar la liberación directa sería en
la interacción con otras personas. Se puede estar sentado con la pareja, por
ejemplo, cuando se descubre que algo que ella se comprometió a hacer ni
siquiera lo ha comenzado. Se siente que brota la irritación. Pero entonces, si diriges
[en silencio] la atención a esta sensación de irritación, observándola
directamente, desaparece.
Una forma de explicar
[y aplicar] la liberación directa es a través de un experimento que podemos
ensayar: Conscientemente generar una emoción fuerte –ira, tristeza, desilusión,
o deseo. Cuando se tiene este sentimiento, intensificarlo, y dirigir la
atención o consciencia directamente a esa emoción, y descansar en la
experiencia que sigue. La liberación del demonio puede ser tan simple e
instantánea que incluso se podría desconfiar del resultado, pero si lo comprobamos
después, y si se ha hecho correctamente, la emoción se habrá disuelto [ya no
tendrá tanto poder sobre nosotros].
Con bastante
práctica se hace posible que la consciencia [pura], clara y sin modificaciones,
se estabilice, lo cual no es algo que se logre corrientemente. En esta etapa ya
no se tiene que “hacer” nada en especial; la consciencia simplemente conoce [pone
atención silenciosa] en las emociones a medida que surjan, de tal manera que
sean liberadas de forma natural. La vacuidad [de esencia inherente de las
cosas, personas o situaciones], la claridad y la consciencia están
espontáneamente presentes. Las emociones no se apoderan de ti; surgen y se
liberan de forma simultánea. Esto se llama Liberación Instantánea [o Presencia
Instantánea, o Auto Liberación –las emociones se liberan por sí mismas, sin
nuestra intervención]. Una emoción surge, pero no encuentra asidero, y se
disuelve. En este momento no tenemos ninguna necesidad de alimentar a los “demonios”
[de las emociones destructivas], porque estamos gobernados por la consciencia
[pura], y no por nuestras emociones [las formas de energía mental que surgen en
la mente].
Traducido, editado y adaptado de un artículo de
Tsultrim Allione aparecido en la revista budista Tricycle en la edición del verano
del 2008, por el prof. Juan José Bustamante [ver anotaciones entre corchetes].