Hindustan Times, 03 de enero de 2011, Dharamsala, India -
En un nivel fundamental, como seres
humanos, todos somos iguales, cada uno de nosotros aspiramos a la felicidad y
no queremos sufrir. Por eso, cada vez que tengo la oportunidad, trato de llamar
la atención de la gente sobre lo que como miembros de la familia humana tenemos
en común, y sobre la naturaleza profundamente interconectada de nuestra
existencia y bienestar.
Hoy en día, hay un reconocimiento cada vez mayor, así como
un creciente cuerpo de evidencia científica, que confirma la estrecha relación
entre nuestros propios estados de ánimo y nuestra felicidad. Por un lado,
muchos de nosotros vivimos en sociedades que están muy desarrolladas
materialmente, pero hay muchas personas que no están muy contentas. Justo
debajo de la hermosa superficie de la riqueza, hay una especie de malestar
mental, que conduce a la frustración, a peleas innecesarias, a la dependencia
de drogas o el alcohol, y en el peor de los casos al suicidio.
No hay garantía de que la riqueza por sí sola pueda darnos la
alegría o satisfacción que buscamos. Lo mismo puede decirse también de sus
amigos. Cuando estamos en un estado de intensa ira o de odio, incluso un amigo
muy cercano nos puede parecernos algo frío, distante y molesto.
Sin embargo, como seres humanos estamos dotados de esta
inteligencia humana maravillosa. Además de eso, todos los seres humanos tenemos
la capacidad de ser muy decididos y de dirigir ese fuerte sentido de
determinación en cualquier dirección que deseemos. Siempre y cuando recordemos
que tenemos este maravilloso don de la inteligencia humana y la capacidad para
desarrollar la determinación, y utilizarla de manera positiva, vamos a
preservar nuestra salud mental fundamental.
El darnos cuenta que tenemos este gran potencial humano, nos
brinda una fuerza fundamental. Este reconocimiento puede actuar como un
mecanismo que nos permite hacer frente a cualquier dificultad, no importa a que
situación nos enfrentemos, sin perder la esperanza o hundirnos en sentimientos
de baja autoestima.
Escribo esto como alguien que perdió su libertad a la edad
de 16 años, que perdió a su país a la edad de 24 años. En consecuencia, he
vivido en el exilio durante más de 50 años; tiempo durante el cual los
tibetanos nos hemos dedicado a mantener viva la identidad tibetana y la
preservación de nuestra cultura y valores. Casi todos los días las noticias del
Tíbet son desgarradoras, y sin embargo ninguno de estos problemas nos da
motivos para darnos por vencidos. Uno de los enfoques que personalmente
encuentro útil, es el de cultivar el pensamiento: Si la situación o el problema
es tal que puede ser remediado, entonces no hay necesidad de preocuparse. En
otras palabras, si existe una solución o una manera de salir de la crisis, no
es necesario sentirse abrumado por ella. La acción adecuada es la búsqueda de
su solución. Entonces claramente es más sensato gastar nuestra energía
enfocándonos en la solución; en lugar de preocuparnos por el problema.
Alternativamente, si no hay una solución; ni ninguna posibilidad de resolución,
tampoco hay motivo para preocuparnos, porque no se puede hacer nada al respecto
de todos modos. En ese caso, lo más pronto que aceptemos este hecho, lo más
fácil será. Esta fórmula por supuesto implica una confrontación directa con el
problema y el tener una visión realista. De lo contrario, no podremos saber si
existe o no una resolución al problema.
El tomar una perspectiva realista y cultivar una motivación
adecuada, también puede protegernos de
los sentimientos del miedo y de la ansiedad. Si ustedes desarrollan una
motivación pura y sincera, si están motivados por un deseo de ayudar basado en
la bondad, la compasión y el respeto;
entonces podrán llevar a cabo cualquier tipo de trabajo en cualquier campo, y
funcionar más eficazmente, con menos miedo o preocupación; sin miedo de lo que
los demás piensen o de que si en última instancia tendrán éxito en alcanzar sus
metas. Incluso si no pueden alcanzar sus metas, podrán sentirse satisfechos de
haber hecho el esfuerzo. Pero con una motivación negativa, aunque la gente los
alabe y aunque alcancen sus metas, no se sentirán felices.
A veces podemos sentir que nuestras vidas no son
satisfactorias, llegamos al punto de sentirnos abrumados por las dificultades
que enfrentamos. Esto nos ocurre a todos nosotros de vez en cuando, en mayor o
menor grado. Cuando esto sucede, es vital que hagamos todo lo posible para
encontrar una manera de levantarnos el ánimo. Podemos hacerlo mediante el
recuento de nuestra buena fortuna. Podemos, por ejemplo, ser amados por alguien,
tener ciertos talentos, haber recibido una buena educación, es posible que
tengamos todas nuestras necesidades básicas cubiertas - los alimentos para
comer, ropa para vestir, un lugar para vivir - puede que hayamos realizado
determinados actos altruistas en el pasado. Hay que tener en cuenta el más
mínimo aspecto positivo en nuestras vidas. Pero si no somos capaces de
encontrar alguna manera de levantarnos el ánimo a nosotros mismos, existe el
peligro de hundirnos aún más en nuestro sentido de impotencia. Esto nos puede
llevar a creer que no tenemos la capacidad para hacer el bien en absoluto. De
esta manera creamos las condiciones para la desesperación. Como monje budista,
he aprendido que lo que principalmente trastorna nuestra paz interior, es lo que
llamamos emociones perturbadoras.
Todos esos pensamientos, emociones y eventos mentales que
reflejan un estado negativo o sin compasión de la mente, inevitablemente
socavan nuestra experiencia de paz interior. Todos nuestros pensamientos y
emociones negativas - como el odio, la ira, el orgullo, la lujuria, la
avaricia, la envidia, y así sucesivamente - son considerados como fuentes de
problemas, de ser perturbadores. Los pensamientos y las emociones negativas,
son las que obstruyen la aspiración más elemental de ser felices y evitar el
sufrimiento. Cuando actuamos bajo su influencia, nos volvemos insensibles a los
efectos que nuestras acciones tienen sobre los demás: son por lo tanto la causa
de nuestro comportamiento destructivo, tanto hacia los demás, como hacia
nosotros mismos. El asesinato, el escándalo, y el engaño tienen su origen en
las emociones perturbadoras. Esto da lugar inevitablemente a la pregunta -
¿Podemos entrenar la mente? Hay muchos métodos para poder hacer esto. Entre
éstos, en la tradición budista, hay un método especial llamado entrenamiento de
la mente, que se centra en el cultivo de la preocupación por los demás y en
convertir la adversidad en una ventaja. Este
patrón de pensamiento, que transforma los problemas en felicidad, es lo
que ha permitido al pueblo tibetano mantener su dignidad y su espíritu, frente
a grandes dificultades. De hecho he encontrado este consejo de gran utilidad
práctica en mi propia vida.
Un gran maestro tibetano del entrenamiento de la mente, una
vez comentó que una de las cualidades más maravillosas de la mente es que puede
ser transformada. No tengo ninguna duda de que aquellos que intentan
transformar su mente, superar sus emociones perturbadoras y alcanzar un sentido
de paz interior, podrán notar en un período de tiempo, un cambio en sus
actitudes mentales y en sus respuestas a la gente y a los eventos. Sus mentes
se volverán más disciplinadas y positivas. Y estoy seguro que se darán cuenta
que su propio sentido de la felicidad aumenta, debido a que contribuyen a una
mayor felicidad en los demás. Hago mis oraciones para que todo aquel que haga
de éste su objetivo, sea bendecido con el éxito.