La Meditación es poner
atención a lo que está pasando, a lo que se está sintiendo y pensando.
La Contemplación es
poner atención a la Consciencia que
se da cuenta de lo que está pasando, de lo que se está sintiendo y pensando.
Para explicar la
diferencia se usa el símil del espejo o la esfera de cristal. Un espejo o cristal –análogo a la
Consciencia, refleja todo lo que se le
pone delante –produce reflejos, análogos a los pensamientos, las sensaciones y
emociones, es decir todo lo que surge
o aparece en la mente cuando vivimos, pero no se daña ni mejora con lo que
refleja. El espejo o cristal es la consciencia, los reflejos son los surgimientos. La
Meditación es conocer los reflejos y
estar cómodo con ellos, la Contemplación es conocer el espejo o cristal, ser el espejo o cristal, no perturbarse por los reflejos.
La Meditación es
conocerse, usando la mente eficientemente, a fin de que se sienta cómoda. Con la meditación logramos aliviar
el sufrimiento, usando las variadas técnicas y actitudes meditativas, como la
relajación corporal, emocional y mental, el soltar las resistencias y la
apertura. Sin embargo cuando no estamos en meditación y se carece aún de
familiaridad con dicha actitud, volvemos a caer en estados de tensión,
ansiedad, depresión, miedo, ira, envidia y orgullo. Es decir angustia y
obscurecimiento mental. Habrá agitación e infelicidad.
Para la Meditación
nos ejercitamos en usar la mente –nuestra mente ordinaria, para comenzar a
conocer a esa desconocida, a llevarnos bien con ella, calmarla y darle
claridad, dándole habilidades que no teníamos. Propiciamos con
ciertos métodos que los pensamientos y emociones se calmen, por lo menos
temporalmente.
Con la Contemplación
tratamos de ir más allá de la mente ordinaria, más allá de la causa y el efecto
–el karma, hasta llegar a conocer la
verdadera naturaleza de la mente, la Consciencia. En ella los pensamientos y emociones surgen y se desvanecen por si solos, sin dejar huella –se auto liberan.
La Consciencia es
la base o estado natural de todo ser viviente, es nuestra naturaleza más
profunda, que nunca se daña con el sufrimiento, y que por otro lado no tiene
necesidad de mejorar porque ya es perfecta. Sin embargo esta Consciencia,
aunque la usamos todo el tiempo para todo, nunca la advertimos, porque estamos
muy ocupados percibiendo con ella lo que está pasando, lo que se está sintiendo
y pensando.
Cuando conocemos la
Consciencia nos damos cuenta que es perfecta: Es pura potencialidad –espacio
abierto lleno de capacidades latentes, pura inteligencia y capacidad de darse
cuenta (awareness), expansión
ilimitada y cálida. Conocerla es un gozo, pues ya no habrá condicionamientos ni límites, y podríamos
estar en capacidad de aceptar el dolor inevitable, y no desarrollar el
sufrimiento opcional.
Nuestra cultura
materialista y excluyente nunca ha privilegiado el conocimiento de la
Consciencia, sino el conocimiento del mundo, de la naturaleza más exterior, y
tan sólo muy recientemente hay un interés incipiente en saber qué pasa en
nuestro interior, cuál es la relación entre la mente y el cerebro
(neurociencia), por qué no somos felices, por qué nos enfermamos. La
consciencia –entendida ordinariamente, nunca ha sido objeto de la investigación
científica, sino hasta hace algunos pocos años. En oriente ha habido una
cultura de la Consciencia por lo menos desde hace cinco mil años, y
específicamente hace 2,600 años en el Budismo.
Algunas notas sobre la
Contemplación
Está
presente el reconocimiento de lo que verdaderamente es la mente, pero eso no es
un pensamiento, sino simplemente presencia
mental.
No
debe haber juicio, no se debe seguir el pensamiento. Si se siguen o crean los
pensamientos, quiere decir que se está en el juicio, no en pura presencia. Estar en el pensamiento mismo, sin el juicio. Advertir los pensamientos
pero sin hacer juicios. Es
una presencia sin juicios —a esto se le llama presencia pura.
Esta
presencia del reconocimiento no debe faltar, sino la meditación puede hundirse
en un estado adormecido. Al comienzo hay
una intencionalidad, luego es natural.
Se
trata de un estado natural, con total espontaneidad, que se reconoce sobre todo
cuando hay movimiento. Mientras más pensamientos hay, más ocasión de reconocer la
presencia como manifestación de la sabiduría. Simultáneamente se puede
reconocer el estado de quietud.
Es
reconocer que en el fondo, los tres estados están al mismo nivel, sin dualidad:
Calma
es movimiento, Movimiento es quietud, y la contemplación es puro reconocimiento
del propio estado natural, presente en ambos.