Continuamente reflexiona
en la impermanencia. Todo lo que desees, lo que
no te guste, lo que pienses o sientas es
impermanente. Las palabras de alabanza o de crítica son impermanentes. Todas ellas
van y vienen. Con este entendimiento,
no estarás tan alterado por los dramas de la vida cotidiana.
Exteriormente se
puede seguir haciendo planes,
pero por dentro cultiva el desapego.
Cuando la muerte llegue, no servirá de
nada aferrarse a los planes,
no importará cuán bien intencionados sean.
Cuando la muerte se lleve tu último aliento, lo que realmente necesitas
saber es que todo lo que estás
dejando no es permanente –es sólo un sueño– y hay
que soltar.
Continúa practicando la
contemplación y la relajación. No
tienes que sentarte en un cojín especial,
en una sala especial, con un incienso
especial. Hazlo dondequiera que estés:
en la fila del supermercado, viajando al trabajo, tomando
una ducha, lavando los platos. Cuanto
más practiques, más rápidamente tus defectos se reducirán y tus cualidades
positivas se incrementarán. Revelar
la perfección de la mente es simplemente una cuestión de repetición –trae tu conciencia
a esta meditación una y otra vez.
Chagdud Tulku Rinpoche