jueves, 27 de diciembre de 2012

LA CREATIVIDAD ESPONTÁNEA DE LA DIMENSIÓN PURA DE LA MENTE, DHARMAKAYA





“No basta con mirar hacia el espacio de la felicidad o la tristeza, es importante contar con la pura presencia constante en ese flujo.


[Comentario: Cuando hay felicidad o tristeza, o cualquier emoción conflictiva, sea miedo, vergüenza o apego, hay que darse cuenta de su aparición –y sólo podremos hacerlo si estamos acostumbrados a observarnos. Y cuando aparecen, hay que relajarse y dejar que estén, y observarlas en silencio, con atención plena, y veremos que no se sostienen, que dejan de angustiar. A eso se le llama “mirar”, eso es la meditación.


Pero eso no basta. Hay que darse cuenta que estos pensamientos están hechos de la dimensión pura de la mente, que es como su materia prima. Se trata de la Consciencia Pura, que es el puro Darse Cuenta, lo que hace posible la función cognitiva de la mente. Lo que falta entonces es darse cuenta del darse cuenta. Esto pasa las emociones a un segundo plano.


En primer plano queda entonces la verdadera naturaleza de la mente, que tiene tres características: 1. Es pura y espaciosa; 2. Es inteligente, este espacio mental puro tiene la facultad de darse cuenta; 3. Tiene un potencial ilimitado, es capaz de manifestarse en mil formas, sin perder su esencia pura, acoge cálidamente todas las modalidades de expresión.


Este espacio mental, vacío de formas explícitas –todo está sólo en potencia, se manifiesta entonces adoptando formas, haciéndose explícito, en un flujo continuo. Las formas son las emociones, los pensamientos, los recuerdos, las imaginaciones, los sueños, las sensaciones, etc. Todo lo que aparece en la pantalla de la mente. Pero todo ese flujo es puro, está ‘hecho’ de la misma ‘materia prima’, la dimensión pura de la mente. De eso debemos darnos cuenta.


A este Darse Cuenta se le llama ‘Presencia Pura’, o simplemente ‘Presencia’.


Esta manera de ver las cosas es la manera de la No Dualidad. Ya todo se ve como una sola cosa, la dimensión pura de la mente, y no como ‘dos cosas’. Es decir como esencialmente ni bueno ni malo, exclusivamente. Sí, en segundo plano son bueno y malo, pero esencialmente están por encima de esas categorías, en el primer plano. Ignorar esto es lo que produce el sufrimiento].


Si el poder de la meditación no es constante, es imposible permanecer mucho tiempo en el lugar de la percepción no dual. Los pensamientos que surgen intermitentemente rompen la continuidad, e irradiando a partir de allí, como ondas en un estanque, el sabor venenoso de la emoción surgirá para obstruir la meditación. A medida que aumentan los pensamientos groseros, las ondas se convierten en fuertes olas que intensifican la emoción. Hasta que las sutiles emociones no queden atrás, no podemos erradicar el sufrimiento, por lo que es de vital importancia para mantener el estado de meditación.


Cuando ganamos fuerte familiaridad por mantenerse en ese espacio [no dual] durante mucho tiempo, entonces no importará ya que los pensamientos surjan, sean groseros o sutiles, y ya no serán capaces de desalojaros: al reconocer el primer pensamiento, cualquier pensamiento que sea, en ese mismo momento, nos damos cuenta de que es el juego de la creatividad espontánea de la dimensión pura de la mente, el dharmakaya [kaya significa cuerpo, en idioma sánscrito, y dharma significa verdad. El ‘cuerpo’ de todas las cosas, no obstante su forma, es el espacio puro de la mente].
 

Entonces, [cuando nos damos cuenta del Darse Cuenta], como una ola que cae de nuevo en el océano, el pensamiento se desvanece en el espacio puro de la mente, el dharmakaya.


En ese espacio desnudo [de conceptos y formas], el espacio vacío de presencia pura, que es la Visión [la Visión de que todo es el espacio puro de la mente, o Consciencia Pura, o Puro Darse Cuenta, o Awareness], siempre estimaremos los pensamientos de las cinco emociones venenosas [No es que las emociones sean en sí mismas venenosas, aunque lo parezcan, pues nos hacen sufrir. Lo que nos hace sufrir es el ignorar la verdad, ignorar que estas emociones no son más que manifestaciones pasajeras y engañosas de una dimensión de la mente que es pura, no venenosa, más bien es la Plenitud de posibilidades, que ahora se ha manifestado bajo la forma de malestar, como una consecuencia engañosa debida a la fuerza de nuestras acciones e impresiones sutiles en nuestra mente, el karma].


Y siempre también estimaremos todos los movimientos de cuerpo, palabra y mente, y los actos de comer, dormir, moverse y sentarse [no hay que temerle a la acción ni a los movimientos de la mente –hay gente que cree que la meditación es erradicar todo pensamiento, cuando de lo que se trata es de que ningún pensamiento nos perturbe]. 


Por esto se nos conoce como los yoguis y yoguinis que montan guardia delante de la pantalla de la mente, del espacio puro de la mente, el dharmakaya, que está aparentemente cambiando de forma, sin cambiar de esencia. Este es el método supremo de mantener la esencia de la meditación. De acuerdo con la enseñanza Dzogchén, a este no adulterar lo que experimentamos con ninguna clase de actitud preconcebida, a esto se le llama “la gran meditación que es no meditación”. [No es una meditación ordinaria, en el sentido en que se la interpreta corrientemente, creyendo que la meditación es quedarse sin pensamientos, con la mente en blanco, ni tampoco aplicando cualquier técnica de meditación conocida, como mantra, visualización, respiraciones, etc.]”.


Traducido, adaptado y editado con comentarios propios [entre parentesis] de “El Gran Secreto de la Mente: Instrucciones Especiales sobre la No Dualidad del Dzogchén”, por Tulku Pema Rigtsal.

MEDITAR CUANDO LA MENTE ESTÁ PERTURBADA




Los pensamientos confusos no pueden afectar la conciencia pura no más que una espada puede penetrar el cielo.
 
Lady Peldarbum le preguntó a su maestro, Jetsun Milarepa:

Cuando medito sobre el océano,
Mi mente está muy cómoda.
Cuando medito sobre las olas,
Mi mente está perturbada.
Enséñame a meditar sobre las olas!

El gran yogui respondió:
Las olas son el movimiento del océano.
Déjalas desvanecerse por sí mismas en su inmensidad.

Los pensamientos son el juego de la conciencia pura desplegándose. Surgen dentro de ella, y se disuelven de nuevo en ella. Para reconocer la conciencia pura como el lugar de donde vienen tus pensamientos es reconocer que tus pensamientos nunca han llegado a existir, ni han permanecido ni cesado. En ese punto, los pensamientos ya no pueden perturbar tu mente.
Cuando corres detrás de tus pensamientos, eres como un perro persiguiendo a un palo. Cada vez que se le lanza un palo, corre tras él. Pero si, en cambio, te fijas de dónde están viniendo tus pensamientos, verás que cada pensamiento surge y se disuelve en el espacio de esa conciencia sin engendrar otros pensamientos. Sé como un león que, en lugar de correr tras el palo, se vuelve hacia el que lo lanzó. Sólo puedes lanzarle un palo a un león una sola vez.
Para conquistar la fortaleza increada de la Naturaleza de la Mente, tienes que ir a la fuente y reconocer el origen mismo de tus pensamientos. De lo contrario, un pensamiento dará lugar a un segundo, luego a un tercero, y así sucesivamente. En muy poco tiempo, te encontrarás asaltado por los recuerdos del pasado y la anticipación del futuro, y la conciencia pura del momento presente estará oscurecida por completo.
Si reconoces la vacuidad de tus pensamientos en vez de solidificarlos, el surgimiento y la cesación de cada pensamiento aclarará y fortalecerá tu comprensión de la vacuidad.

Dilgo Khyentse Rinpoche

domingo, 2 de diciembre de 2012

El NACIMIENTO, ICONO DE LA NAVIDAD E IMAGEN DE LO INVISIBLE





La costumbre de armar el nacimiento procede del arte sagrado y  esta celebración tradicional de la Natividad es una síntesis teológica que expresa un rico simbolismo, y se usa desde muy antiguo en las Iglesias cristianas, especialmente de Oriente, introduciéndonos en un misterio que va más allá de lo humano.

El icono de Navidad está centrado no solamente sobre el pesebre sino en la gruta en la montaña, en la caverna rocosa, y donde el Niño está acostado en el pesebre. El simbolismo de la gruta o caverna representa el vínculo que hay entre la imagen de la caverna y el simbolismo del corazón. En todas las tradiciones religiosas el corazón del ser humano es asimilado a la caverna, pues se considera que el corazón es el centro del ser, así como la montaña y su caverna representa el centro del mundo. Es la analogía universal entre macrocosmos y microcosmos.

En el orden microcósmico el corazón es el centro, no solamente físico sino sutil y espiritual del hombre, el lugar donde el ser humano  reencuentra lo Divino. Por ejemplo en un texto de la India llamado Katha Upanishad está escrito lo siguiente: ‘Debes saber que este fuego, Agni, que es el fundamento del mundo eterno, y por el cual este debe ser alcanzado, está oculto en la caverna del corazón.

La escena de la Natividad significa en el plano macrocósmico el nacimiento del Verbo, el Ser, la Plenitud en el mundo, y en el plano microcósmico el mismo nacimiento en el corazón del ser humano, que es el “lugar” del “segundo nacimiento”. El corazón humano deviene la gruta de la natividad a fin de transformar todo su ser.

          La montaña, en el seno de la cual se abre la gruta, está dirigiendo la punta de su forma triangular hacia el cielo, y simboliza la Creación en su movimiento ascendente hacia la luz celeste, como un movimiento de retorno a lo trascendente. Y a ella desciende la Luz. Es la “montaña que Dios se ha dignado elegir para su estancia”. Sal. 67 (68) 17,4.

El Niño-Dios está en la caverna que representa el mundo terrestre, donde el eje luminoso del rayo de la estrella que está más allá del mundo desciende a lo largo de la montaña, para horadar las paredes del corazón-caverna, e iluminarla. Es una poderosa síntesis del misterio de la Encarnación.

La gruta de Belén oscura es el símbolo de las tinieblas que se cernían sobre la tierra antes de la venida de Cristo. “El mundo que andaba en tinieblas vio una gran luz” –dice la profecía. Son las tinieblas de las pasiones, sufrimientos u obscurecimientos de la mente, cuando está agitada y confundida. La clara luz de la consciencia disipa las tinieblas del error.

En la parte superior del icono se representa una nube. “En el momento del nacimiento, la nube que recubría la cueva, se disipó y apareció una gran luz, que la vista no era capaz de mantener. Luego esa luz decreció lentamente y apareció el Niño”. Protoevangelio de Santiago 19,2.



          La nube evoca la presencia de Dios que puso en las tinieblas su escondrijo. Sal. 17, 12. La nube es de gran tradición y simbolismo en el Antiguo Testamento y siempre revela la presencia misteriosa de Dios. Es “La Nube del No Conocer” –del ir más allá del conocimiento ordinario, del anónimo místico inglés. De la nube o cielo abierto desciende un haz de luz hasta la tierra que se divide en tres rayos directos hacia el Niño: es la Unidad y Trinidad de Dios que se manifiesta como luz. Al mismo tiempo representa la estrella.
La luz de la estrella es el descenso del Verbo Divino hacia el centro oscuro de la Naturaleza a fin de iluminarla. Por esta razón, un elemento esencial del icono de Navidad es la estrella. Et lux in tenebris lucet: “La Luz brilla en las tinieblas” dice el evangelio de San Juan. El Verbo se proyecta hacia la Creación entera, penetrándola, involucrándose Él mismo en lo más profundo de la materia para que en todas las cosas y en todos los seres brille de nuevo la Luz del Verbo, que es también la Vida Eterna, según nos dice San Juan evangelista. La Clara Luz disuelve los obscurecimientos de la mente.

La estrella es la culminación de la profecía de Isaías: “ Levántate y resplandece, pues ha llegado tu luz, y la gloria del Señor  amanece sobre ti, mientras la oscuridad envuelve la tierra y las tinieblas los pueblos, sobre ti viene la aurora del Señor...” Is. 60, 1-4.

“Dios se ha manifestado naciendo, la Palabra toma espesor, lo invisible se deja ver, lo intangible se hace palpable, lo intemporal entra en el tiempo, el Hijo de Dios se convierte en Hijo del Hombre” (Gregorio Nacianceno. Sermón 38). La Plenitud, como fuente de todas las potencialidades, se manifiesta en el corazón obscurecido del ser humano, para iluminarlo.

La gruta oscura es el símbolo del mal y las fajas del Niño son como las fajas mortuorias de donde saldrá el Resucitado. En lo alto, un rayo de luz, uno como Dios es uno, sale de la estrella y se hace triple, aludiendo evidentemente a la Trinidad.

Un personaje central en el icono es la Madre de Dios. Está vuelta hacia nosotros y se diría que está “meditando en su corazón”, el misterio de la salvación en el que ella, flor de la humanidad, nos representa a todos con su consentimiento a la encarnación, por el que ha sido hecha madre de todos. El cielo del fondo no es azul, sino dorado como la luz divina. A la Navidad en Oriente se le llama “fiesta de la luz”.

María puede mirar cara a cara a Dios sin taparse el rostro, pues Dios está bajo el velo de la carne en Jesús. Dios se ha hecho Hombre. Dios se hace visible y accesible al ser humano. 

          Los ángeles representan el mundo celestial, en tanto que en la parte baja de la montaña o sobre la tierra se ve a los seres humanos en la forma de pastores. El buey representa las fuerzas benéficas y el asno las fuerzas contrarias, las que se encuentran ambas en equilibrio en el mundo natural.

La composición del cuadro reúne a los representantes de toda la escala de los seres, repartidos entre el cielo y la tierra. El icono de Navidad constituye así una poderosa síntesis teológica, una visión del mundo centrada en la Luz que se hace humana, de la armonía esencial entre lo Alto, donde “la Gloria es dada a Dios”, lo trascendente, y lo Bajo, donde la Paz nos es dada a los seres humanos como una posibilidad real.

Gloria a Dios en el Cielo y Paz en la tierra
 a las mujeres y hombres 
de buena voluntad