viernes, 25 de febrero de 2011

Origen del pensamiento según la Ciencia

La teoria cientifica más convincente de los últimos tiempos -no es New Age. La posible relación entre los llamados no-eventos de la Física Cuántica y la Consciencia, al interior de los microtúbulos, dentro de las neuronas del cerebro.

Largo articulo en inglés que vale la pena leer.

Finding Spirit in the fabric of space and time.
The connection between quantum physics and human consciousness

http://www.enlightennext.org/magazine/j46/hameroff.asp?page=1

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martes, 22 de febrero de 2011

YO, AMOR Y VACUIDAD (I)

YO, AMOR Y VACUIDAD (I)

Por Sakyong Miphan Rinpoché, maestro budista que lidera los centros Shambhala, e hijo de Chogyam Trungpa Rinpoché. En la revista Shambhala Sun, Enero 2011. Es autor de ‘Convirtiendo a la mente en un aliado’ y ‘Rigiendo tu mundo’. La traducción, edición, adaptación, párrafos explicativos entre paréntesis, así como entrecomillados y cursivas, son nuestros.

Lo primero a darse cuenta en el camino budista es la propia vacuidad –se busca el yo y no se encuentra nada permanente. El siguiente paso es darse cuenta la ausencia de un ‘yo’ en ‘lo otro’, y el camino para descubrirlo es a través del amor y la compasión.

[Vacuidad no se refiere al concepto negativo de ‘nada’, eso sería nihilismo –hay dos extremos a evitar según el Buda, el nihilismo: ‘no hay nada’, y el eternalismo: ‘hay algo’. La vacuidad es simplemente la cualidad de vacío que encontramos en los fenómenos, es decir que no tienen una existencia inherente, están ‘vacíos’ de ella, que no existen por sí mismos, sino que son una resultante de causas y condiciones, lo que se llama el karma, es decir las acciones y sus efectos, que van originando una cadena indefinida de causas. Esta causalidad es indefinida en lo anterior, en el pasado, e indefinida en lo sucesivo, no se sabe aún cuáles serán las consecuencias en el futuro].

Cuando se ha descubierto la vacuidad de uno, ¿que queda? Lo otro.
El yo no tiene entidad [real] en sí mismo, [su realidad es relativa, la tiene prestada de otros fenómenos anteriores, es causado, no es un absoluto en sí mismo] pero cree que la tiene [cree que es un yo permanente –‘sólido’, que siempre va a existir, y por lo tanto que sus sufrimientos siempre van a existir –también cree que son ‘sólidos’]. Y esto tiende a extenderse. Todo lo que encontramos es absorbido como ‘yo’. Pensamos que este es ‘mi’ cuerpo, y de allí continuamos con ‘mi madre’, mi ‘padre’, ‘mi casa’. Luego ‘mi’ ciudad, ‘mi’ país, y así sucesivamente.

El ego no tiene límites, se va apropiando continuamente de todo [no tiene fronteras pues no es una ‘cosa’, es tan sólo un concepto y una sensación psicológica que hemos creado y que usamos como algo útil para vivir, pero eso no quiere decir que realmente haya un propietario de algo, tan es así que continuamente perdemos cosas].

Cuando nos encontramos con algo, al comienzo lo miramos neutralmente, luego nos apropiamos de él. Un árbol no es de nadie, pero si construimos una casa junto a él diremos ‘mi árbol’. Cuando compramos una camisa, al comienzo no es familiar, pero luego será ‘mi camisa’. El ego se va solidificando como un ‘yo’ [que parece que existiese por sí mismo –¿No será que el ‘yo’ es tan sólo una colección de manos, pies, dedos, cuerpo, casa (s), camisas, poder (es), fama (s), etc. que van ‘construyendo’ la ‘sensación de yo’?].

Es ‘lo otro’, pero el ego lo solidifica como ‘yo’.

La completa comprensión de la ausencia de ‘yoidad’ viene cuando la hemos comprendido no sólo respecto al ‘yo’ sino también a ‘lo otro’. Luego reconocemos que ‘lo otro’ es la mente, y que la mente es también vacía.

[‘Lo otro es la mente’: Cuando percibimos, proyectamos nuestra capacidad cognitiva sobre las cosas (aparecen como una forma en la mente, las sentimos, las conceptualizamos, y todo eso sucede en la mente, en aquella ‘parte’ de la consciencia indivisa –la consciencia pura, vacuidad pura, puro potencial– que hemos ‘separado’ para beneficio y utilidad de mi yo –‘mi consciencia’. Las apariencias que fluyen sin solidez van siendo ‘solidificadas’ por estos cinco componentes del ‘yo’). Así vamos construyendo y acumulando una versión sólida de la realidad, que quizás no es más que una construcción subjetiva e individual de la mente, y así cada uno de nosotros tiene su propia realidad, su propio ‘mundo’. Todo ‘lo otro’ es la mente].

[‘La mente es vacía’: La mente básicamente es una potencialidad cognitiva (no es una ‘cosa’, es sólo consciencia, un flujo de instantes cognitivos, que surgen y se deshacen –cesan), vacía en sí misma de contenidos, pero que se va ‘llenando’ y vaciando de ellos. Es como un espejo, que tan sólo es una potencialidad de reflejar, y que se va ‘llenando’ –y vaciando– de reflejos. Así la mente se va ‘llenando’ de pensamientos, emociones, etc. y se va ‘vaciando’ sucesivamente –aunque el ‘yo’ en su afán de apropiarse y solidificar todo, vaya creyendo que va ‘acumulando’ pensamientos. Así es como se llega a pensar que se tiene ‘muchos pensamientos’ (en el sentido de demasiados), y eso quita paz, y se sufre (aunque no siempre se sepa que se sufre… mayormente sólo se siente angustia y desasosiego que se quisiera erradicar). Lo que nos pasa es que los pensamientos surgen aceleradamente, agitadamente, desordenadamente. No queremos paz, queremos orden. La meditación Shamatha, calma de la mente nos da orden, por eso sentimos paz. Después obtendremos sabiduría sobre qué es aquello que se ordena, con la meditación Vipasyana o Vipassana, reconocimiento de la vacuidad de todo lo que se mueve en la mente].

[El ‘yo’ es una sucesión de instantes de consciencia, surgidos y cesados en la mente. La mente es el espacio mental donde eso sucede, la mente es una potencialidad de pensar, vacía originalmente de pensamientos y emociones, que siempre se queda vacía cuando ellos ya han cesado, casi instantáneamente, aunque la velocidad de los surgimientos no nos deje tiempo para darnos cuenta que van cesando, que se van auto liberando por sí solos. Nunca tenemos ni la paz ni la claridad para darnos cuenta de que la mente siempre es vacía, ya que más pueden nuestros prejuicios y conceptos, de acumulación y solidez. Basta relajarse para darse cuenta que la mente es vacía –con lo fácil y lo difícil que resulta eso…].

[El yo intuye confusamente la vacuidad, pero la interpreta como amenazante para sí mismo, tiene miedo de desaparecer en ‘ese agujero negro’, por eso la rechaza (todos los tipos de aversión, como cólera, miedo, depresión, etc. surgen de allí), y más bien se apega a todo cuanto lo confirma, le suma, le proporciona un terreno sobre el cual afirmarse, le promete entregarle la felicidad, la realidad absoluta, el ser].

Estas enseñanzas nos llevan a querer ayudar a otros seres, porque ser capaz de ayudar a otros está basado en haber descubierto la vacuidad del propio ‘yo’. Así es que derivamos del ‘yo’ al ‘otro’. [Así aparece el amor y la compasión].

En las prácticas de meditación de compasión se toma una actitud dualista [hay un ‘yo’ diferente a un ‘otro’, en vez de asumir que no hay dos –visión no dualista], porque el reconocimiento de la completa ausencia de yo viene cuando hemos comprendido la ausencia de un ‘yo’ en las cosas [ausencia de una esencia] y también la ausencia de un ‘yo’ [real, esencial] en uno mismo.
¡No vayas al jardín de las flores!
¡Oh amigo, no vayas allá!
En tu cuerpo está el jardín florido.
Siéntate en los mil pétalos del loto
y contempla desde allí la Belleza Infinita.
¿No has oído la melodía que toca
la Música Silenciosa?
En el centro de la cámara
el arpa del gozo
resuena con suavidad y dulzura.
¿Para qué quieres ir fuera a escucharla?

Kabir 1440-1518

domingo, 6 de febrero de 2011

Yo –El cuerpo de dolor conceptual kármico

De una entrevista a Tenzin Wangyal Rinpoché, maestro tibetano bön budista, en la revista Buddhadharma, Otoño 2010 (la traducción, edición, adaptación, párrafos explicativos entre paréntesis, así como entrecomillados y cursivas, son nuestros).

No es que no haya un yo. Lo que no hay es un yo inherentemente existente.

[No inherentemente quiere decir que no existe por sí mismo, sólo existe porque es la sumatoria de una serie de factores que se van agregando, y al interactuar dan la impresión que en verdad hay un yo ‘real’, es decir que parece tener una realidad inherente, por sí mismo. Sólo parece tenerla, pero no la tiene. Esa realidad es lo que se está negando].

No nos damos cuenta de que nuestra existencia es relativa, porque nos experimentamos como existiendo sólidamente. Pero esa sensación de solidez, esa sensación de yo, es solamente el ‘cuerpo de dolor conceptual kármico’.

[El dolor es pues conceptual, las sensaciones de malestar obedecen a conceptos que hemos llegado a tener, debidos a experiencias pasadas y a la cultura –ensáyese de suspender el pensamiento conceptual y se verá que el dolor emocional se esfuma].
[El dolor emocional (imputado por los conceptos) es tan intenso (nos duele) que aturde, confunde, quita claridad, y entonces añadimos aún más conceptos, y así es como acabamos sufriendo].

El ego (o yo), básicamente es la mente que se imagina a sí misma y a sus historias como siendo algo real.

Este ego, este cuerpo de dolor, es en realidad una colección de experiencias que está constantemente cambiando, momento a momento.

Cuando experimentamos la naturaleza ilusoria de nuestro cuerpo de dolor, nos damos cuenta de la naturaleza tan sólo convencional del yo.

[Por eso se dice que el yo es ‘ilusorio’, es decir que aunque existe y se le siente, y se manifiesta ‘concretamente’, esto es sólo una percepción errónea, de creer que existe por sí mismo, cuando en realidad sólo existe porque es la sumatoria de una serie de factores que se van agregando, para dar la impresión que en verdad hay un yo ‘real’, es decir que parece tener una realidad inherente, por sí mismo].

Experimentar esto se llama el reconocimiento de la vacuidad.

[la ‘vacuidad’ es carecer o ‘estar vacío’ de un yo inherentemente existente, vacío en realidad cuando ya no somos engañados por nosotros mismos debido a la imputación de un yo fijo].

[El yo no existe por sí mismo sino por la suma cambiante de factores cambiantes. Cambian los factores, entonces cambia el resultado, es decir el yo es el resultado de la interacción de factores, por eso se dice que el yo no existe en sí mismo, entonces el yo no es un ente absoluto (no es ‘real’ en sí mismo), por eso es ‘ilusorio’].

Este reconocimiento nos hace libres de una mente que se aferra, que agarra, [que sufre, al apegarse o tener aversión, a causa de la ignorancia], que experimenta nuestro yo y nuestro mundo como sólido y fijo. Por ello debemos reconocer la naturaleza transitoria e ilusoria de todos los fenómenos, lo cual incluye al yo.
El yo que no existe es la manera en la cual la ignorancia ve las cosas, la manera en la cual la mente conceptual experimenta [sensorial-conceptualmente] el yo, ese es el yo que no existe.

[Por eso se dice que el yo es ‘ilusorio’].

Si nos damos cuenta de la naturaleza ilusoria de este yo, se corta la raíz de la ignorancia, que no es más que fallar en reconocer la verdad de la vacuidad, que consiste en el carecer (‘estar vacío’) de un yo inherentemente existente.

[No se trata del sentirse ‘vacío de sentido’, como se usa por lo general en occidente, ni la connotación depresiva que se le atribuye. Y sin embargo quizás la causa de ese ‘sentirse vacío de sentido’ obedezca a la intuición de que el yo está vacío de existencia inherente].

[El yo existe, pero no existe por sí mismo, existe porque él mismo se presta solidez o realidad aparente de otros factores que no son él mismo, y que a su vez tampoco son inherentemente existentes, porque también son el resultado de otros factores, y así sucesivamente, ad infinitum –a esto se le llama ‘surgimiento interdependiente’].

Este reconocimiento no es producto del pensamiento conceptual, sino que es una experiencia directa. [Esta experiencia es por lo general fruto de la meditación y contemplación].

Para ello es conveniente experimentar directamente la quietud del cuerpo, el silencio de la voz [o energía], y la espaciosidad de la mente. [Esto es conveniente que los practicantes lo lleguen a experimentar].

Este es nuestro refugio interior.

Este es el espacio curativo en el cual todo lo que produce el ego –los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones¬– es libre de surgir, permanecer y luego disolverse [sin que nos dañe].

[Esa es la razón por la cual en el Dzogchén no se intenta eliminar o evitar los pensamientos o emociones, aunque parezcan dañinos o dolorosos, justamente porque si el yo se relaja, acaban disolviéndose sin dejar huella, sin un sufrimiento inherentemente existente, es decir que así como surgen por sí mismos –por el karma– después (o quizás casi simultáneamente, si no les damos fuerza intrínseca –muchas veces es sólo algo que les asignamos), entonces es que se liberan por sí mismos, se 'autoliberan]