martes, 22 de febrero de 2011

YO, AMOR Y VACUIDAD (I)

YO, AMOR Y VACUIDAD (I)

Por Sakyong Miphan Rinpoché, maestro budista que lidera los centros Shambhala, e hijo de Chogyam Trungpa Rinpoché. En la revista Shambhala Sun, Enero 2011. Es autor de ‘Convirtiendo a la mente en un aliado’ y ‘Rigiendo tu mundo’. La traducción, edición, adaptación, párrafos explicativos entre paréntesis, así como entrecomillados y cursivas, son nuestros.

Lo primero a darse cuenta en el camino budista es la propia vacuidad –se busca el yo y no se encuentra nada permanente. El siguiente paso es darse cuenta la ausencia de un ‘yo’ en ‘lo otro’, y el camino para descubrirlo es a través del amor y la compasión.

[Vacuidad no se refiere al concepto negativo de ‘nada’, eso sería nihilismo –hay dos extremos a evitar según el Buda, el nihilismo: ‘no hay nada’, y el eternalismo: ‘hay algo’. La vacuidad es simplemente la cualidad de vacío que encontramos en los fenómenos, es decir que no tienen una existencia inherente, están ‘vacíos’ de ella, que no existen por sí mismos, sino que son una resultante de causas y condiciones, lo que se llama el karma, es decir las acciones y sus efectos, que van originando una cadena indefinida de causas. Esta causalidad es indefinida en lo anterior, en el pasado, e indefinida en lo sucesivo, no se sabe aún cuáles serán las consecuencias en el futuro].

Cuando se ha descubierto la vacuidad de uno, ¿que queda? Lo otro.
El yo no tiene entidad [real] en sí mismo, [su realidad es relativa, la tiene prestada de otros fenómenos anteriores, es causado, no es un absoluto en sí mismo] pero cree que la tiene [cree que es un yo permanente –‘sólido’, que siempre va a existir, y por lo tanto que sus sufrimientos siempre van a existir –también cree que son ‘sólidos’]. Y esto tiende a extenderse. Todo lo que encontramos es absorbido como ‘yo’. Pensamos que este es ‘mi’ cuerpo, y de allí continuamos con ‘mi madre’, mi ‘padre’, ‘mi casa’. Luego ‘mi’ ciudad, ‘mi’ país, y así sucesivamente.

El ego no tiene límites, se va apropiando continuamente de todo [no tiene fronteras pues no es una ‘cosa’, es tan sólo un concepto y una sensación psicológica que hemos creado y que usamos como algo útil para vivir, pero eso no quiere decir que realmente haya un propietario de algo, tan es así que continuamente perdemos cosas].

Cuando nos encontramos con algo, al comienzo lo miramos neutralmente, luego nos apropiamos de él. Un árbol no es de nadie, pero si construimos una casa junto a él diremos ‘mi árbol’. Cuando compramos una camisa, al comienzo no es familiar, pero luego será ‘mi camisa’. El ego se va solidificando como un ‘yo’ [que parece que existiese por sí mismo –¿No será que el ‘yo’ es tan sólo una colección de manos, pies, dedos, cuerpo, casa (s), camisas, poder (es), fama (s), etc. que van ‘construyendo’ la ‘sensación de yo’?].

Es ‘lo otro’, pero el ego lo solidifica como ‘yo’.

La completa comprensión de la ausencia de ‘yoidad’ viene cuando la hemos comprendido no sólo respecto al ‘yo’ sino también a ‘lo otro’. Luego reconocemos que ‘lo otro’ es la mente, y que la mente es también vacía.

[‘Lo otro es la mente’: Cuando percibimos, proyectamos nuestra capacidad cognitiva sobre las cosas (aparecen como una forma en la mente, las sentimos, las conceptualizamos, y todo eso sucede en la mente, en aquella ‘parte’ de la consciencia indivisa –la consciencia pura, vacuidad pura, puro potencial– que hemos ‘separado’ para beneficio y utilidad de mi yo –‘mi consciencia’. Las apariencias que fluyen sin solidez van siendo ‘solidificadas’ por estos cinco componentes del ‘yo’). Así vamos construyendo y acumulando una versión sólida de la realidad, que quizás no es más que una construcción subjetiva e individual de la mente, y así cada uno de nosotros tiene su propia realidad, su propio ‘mundo’. Todo ‘lo otro’ es la mente].

[‘La mente es vacía’: La mente básicamente es una potencialidad cognitiva (no es una ‘cosa’, es sólo consciencia, un flujo de instantes cognitivos, que surgen y se deshacen –cesan), vacía en sí misma de contenidos, pero que se va ‘llenando’ y vaciando de ellos. Es como un espejo, que tan sólo es una potencialidad de reflejar, y que se va ‘llenando’ –y vaciando– de reflejos. Así la mente se va ‘llenando’ de pensamientos, emociones, etc. y se va ‘vaciando’ sucesivamente –aunque el ‘yo’ en su afán de apropiarse y solidificar todo, vaya creyendo que va ‘acumulando’ pensamientos. Así es como se llega a pensar que se tiene ‘muchos pensamientos’ (en el sentido de demasiados), y eso quita paz, y se sufre (aunque no siempre se sepa que se sufre… mayormente sólo se siente angustia y desasosiego que se quisiera erradicar). Lo que nos pasa es que los pensamientos surgen aceleradamente, agitadamente, desordenadamente. No queremos paz, queremos orden. La meditación Shamatha, calma de la mente nos da orden, por eso sentimos paz. Después obtendremos sabiduría sobre qué es aquello que se ordena, con la meditación Vipasyana o Vipassana, reconocimiento de la vacuidad de todo lo que se mueve en la mente].

[El ‘yo’ es una sucesión de instantes de consciencia, surgidos y cesados en la mente. La mente es el espacio mental donde eso sucede, la mente es una potencialidad de pensar, vacía originalmente de pensamientos y emociones, que siempre se queda vacía cuando ellos ya han cesado, casi instantáneamente, aunque la velocidad de los surgimientos no nos deje tiempo para darnos cuenta que van cesando, que se van auto liberando por sí solos. Nunca tenemos ni la paz ni la claridad para darnos cuenta de que la mente siempre es vacía, ya que más pueden nuestros prejuicios y conceptos, de acumulación y solidez. Basta relajarse para darse cuenta que la mente es vacía –con lo fácil y lo difícil que resulta eso…].

[El yo intuye confusamente la vacuidad, pero la interpreta como amenazante para sí mismo, tiene miedo de desaparecer en ‘ese agujero negro’, por eso la rechaza (todos los tipos de aversión, como cólera, miedo, depresión, etc. surgen de allí), y más bien se apega a todo cuanto lo confirma, le suma, le proporciona un terreno sobre el cual afirmarse, le promete entregarle la felicidad, la realidad absoluta, el ser].

Estas enseñanzas nos llevan a querer ayudar a otros seres, porque ser capaz de ayudar a otros está basado en haber descubierto la vacuidad del propio ‘yo’. Así es que derivamos del ‘yo’ al ‘otro’. [Así aparece el amor y la compasión].

En las prácticas de meditación de compasión se toma una actitud dualista [hay un ‘yo’ diferente a un ‘otro’, en vez de asumir que no hay dos –visión no dualista], porque el reconocimiento de la completa ausencia de yo viene cuando hemos comprendido la ausencia de un ‘yo’ en las cosas [ausencia de una esencia] y también la ausencia de un ‘yo’ [real, esencial] en uno mismo.